viernes, 3 de junio de 2011

Adiós, muy buenas.

Cuando el semen colisiona con tu piel, cuando las últimas gotas de placer son exhaladas como vocales difuminadas, cuando los besos dejaron de quemar pasión espontánea.
Cualquier residuo que deje el sexo, cualquier pudor amoratado, hay que taparlo, casi con mandato y con urgencia, con la ropa desgarrada. Y no hay bis, no puede haber otro trozo de calor, y las manos lujuriosas son, sin rencor, apartadas. Y la urgencia en el tiempo te prende. Volátil, ya todo desaparece.
Y vuelvo a desangrarme en tinta.

viernes, 29 de abril de 2011

(Des)Humanización.

Por aquello que nos hace fuertes, por las libres decisiones, por la esperanza de una ruptura con la banalidad, por las ganas de morder un pedazo de mundo, por un traqueteo de adrenalina, por el amor en carne viva.

Por todos estos valores, por mi forma de ver la vida, porque hoy he tenido un mal día en el trabajo, le he dado una paliza de muerte a mi mujer.

Por todo aquello que nos hace fuertes.

domingo, 19 de diciembre de 2010

miércoles, 3 de noviembre de 2010

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Dios lo sabe.

Se incrusta en mi mirada un perfumado pesar que apesta a pútrida pena. Puedo charlar o reír raudo, pero más rápido te resultaría resolver mi irrisorio intento de regio orden.
Y tocaría la tentativa tuya (en un "tú", todo empático), de tramar un plan, aun temeroso y taciturno, para tornar mi tristeza en un tono menos trágico.
Y es sólo entonces, cuando tendría en mis puños la posibilidad de poseer la potencia de tu pérfida piel, en un penetrante abrazo, perfecto para apretar, pulverizar y partir tu podrido pecho, parte hipócrita, parte patético, más allá de que profieras el perdón; perdón por nada, perdón por Dios sabe qué.
Porque te odio.

martes, 14 de septiembre de 2010

No hace falta que lo entiendas.

Empieza tímida, la letra, dudosa, que no sale porque no sabe lo que se puede encontrar. Es frágil, y un poco tonta. Es raro. La letra. Sigue y desemboca, mientras serpentea, zumba y susurra, en un gemido, que se abre como las heridas, como la enfermedad que se propaga. Como un orgasmo. Como lo que suelta el aprendiz del habla. Y acaba en un terrible poso, un chasquido, una fuerte dentellada, como quien exclama. Un fuerte golpe metálico. Un cráneo que cruje. No ha sido más que eso.
Ahí termina la palabra.

jueves, 26 de agosto de 2010

Cada 18 segundos.

El dolor, dulzón, se relamía en las abruptas llagas de su piel.

Sus ojos, comatosos, corrían el negro rímel por la presión amoratada de sus párpados.

Sus pechos, desnudos, decoraban burlonamente los enfermos cortes que en sus costillas crecían.

Su vientre, abochornado, exhalaba soporíferas bocanadas cálidas, allí donde el lacerante filo del acero dejó su rastro.

Sus muslos, grises, apretaban duramente el sólido suelo, sumisos, callando queja alguna allí donde sus cicatrices gritaban.

Sus manos, furiosas, agredían el frío de la repentina calma con la ira crepitante que de ellas todavía emanaba.

Y sus pies, famélicos, despertaban pequeños espasmos quejumbrosos, notándose el espontáneo movimiento aun sin contener vida.

Así el hombre dejó clara su posición de hombre, imponiendo su mandato en el hogar.