sábado, 24 de julio de 2010

Violet Sedan Chair.

Un grupo musical que no existe, pero que me gustaría escuchar...

Banalidad.

Te dejas caer de espaldas, sobre la cama, incomprendido. Odias que no te comprendan. Odias que no sepan que te sientes incomprendido. Abres las piernas y notas una vigorosa pesadez, que el calor y la furia hacen sudar parcialmente. Te tumbas sobre un costado y te miras, como siempre, en el gran espejo del armario. En esta postura, cae de lado, y golpea su viril presencia contra ti y tu pierna. Y no te queda otra que sucumbir. Bajas un poco pantalón y boxer, todos a una, hasta que el rizado encanto, y un atisbo de pudor, se asoman reflejados ante tu vista. Ves tu cadera, y el contorno abrupto y agresivo que conforma. Te incorporas y te deshaces de la camiseta. Y piensas en una persona, adulta, grosera y pedante, que eres tú mismo, y que desearía follarse a ese cuerpo de niño del espejo, con toda actitud narcisista. Empiezas a violarte brutalmente, resentido, tocando tu cuerpo, toda fibra porosa, todo por donde pudieras sentirte sucio. Te molesta la piel, y te acercas al espejo. Adelantas la pelvis y te corres en tu reflejo. Y serio y calmado, te fijas en ti mismo y susurras lo enfermizamente delgado que estás. Así, con asco, apartas tu mirada de ti, limpias lo ensuciado, y piensas qué hacer. Te conectas a msn, y empiezas a discutir con tu amigo.

martes, 20 de julio de 2010

Vomitar.

De cualquier manera. Fuerte, o con pudor. Lento, o desgarrador. Con sangre, abruptamente, afilada, cortante. Vamos vomitando, como una marca de identidad, amarilla o anaranjada, con desagrado o con ira contenida. Sin querer, que se escapa, o con morbosa alevosía a tu cuerpo. Vomitamos lo que nos gusta, lo que perdemos. Vomitamos si nos desesperamos, si no sabemos qué vomitar (éste es transparente, todo bilis). Vomitamos cierta simpatía, vomitamos hipocresía. Sale el vómito, raudo y oloroso, parcialmente consistente y a presión, cuando nos enamoramos. Gritamos vómito a veces, y estamos callados. Y a veces, vamos a la cama, y vomitamos resentidos y resignados, por no haber vomitado tantas veces como en el transcurrir del día hubieras querido. Somos nosotros y nuestro vómito.